viernes, 16 de octubre de 2015

SUBIR BAJANDO CON EL HUMOR DE CANTINFLAS Y CON LA MÍSTICA DE ABELARDO

La verdad es que Cantinflas es un genio del humor con valores. A mí me encanta y, siempre que puedo, veo alguna de sus películas. Acabo de "descubrir" una  del año de mi nacimiento y que lleva por título "Sube y Baja", dirigida por Miguel M. Delgado. https://www.youtube.com/watch?v=Xhe3ZjS3D_E&feature=em-hot-vrecs

Además de distraerse y gozar un ratito, me ha servido para profundizar en el "subir bajando", en el "gana pierde", en el no relativizar nunca lo absoluto ni absolutizar lo relativo. Como tantas veces nos cantó Abelardo de Armas "subir bajando no es sueño, ni loca imaginación; es gloria de lo pequeño, que encuentra en la humillación la grandeza de Aquel Dueño, que, en la pobreza de un leño, de todo se hizo Señor"

Les comparto un fragmento del excelente DISCURSO DE CLAUSURA DE LA XXIII REUNIÓN DE AMIGOS DE LA CIUDAD CATÓLICA (Octubre 1984) titulado "El verdadero cambio" y que se ubica en http://www.cruzadosdesantamaria.es/publicaciones/publicaciones_abelardo_El_verdadero_cambio.html

¡Qué importante es esto, mis queridos amigos! Nos hemos detenido en nuestro avance hacia la santidad porque creo que hemos invertido nuestro concepto de la santidad, complicándolo acaso. A mí se me había presentado la santidad en la estructura del mundo como una pirámide. En la base estarían todos los hombres, los pueblos, las culturas. Según vamos acercándonos hacia la cúspide, aparecerían las almas que se van remontando hacia Dios. La columna vertebral de estas almas sería la Jerarquía: el Papa, los Obispos, entroncados con el Papa, unidos en el Magisterio Pontificio, los sacerdotes. La cima de esa cúspide sería la vida consagrada, la vida de perfección evangélica. Yo, como veía siempre a los santos tan altos, quería ser como ellos, llegar a la cúspide. Pero un día pensé: ¿No ocurrirá con la perfección como ocurre en geografía? ¿Quiénes están con la cabeza erguida, nosotros o nuestros antípodas? Porque nosotros nos sentimos en verticalidad, pero nuestros antípodas también. ¿No será que en el mundo de Dios hay como una cuarta dimensión que hay que descubrir? Y es que para llegar a esa cima, Dios, —que es el único que puede hacer de lo imposible lo posible—, ha invertido la pirámide, y como quiere que todos las hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, las almas más perfectas son las que están más abajo: la cúspide está siendo el sostén de todo Sólo Dios puede sujetar una pirámide invertida, y las almas consagradas, las almas más perfectas, resulta que han ido al punto más bajo, y las almas más separadas, de El, ese mundo incrédulo, está ahí arriba. Si nosotros querernos realmente salvar al mundo, debemos permitir que Jesús siga manteniendo esta paradoja, sin querer cambiar de lugar cuando nos veamos abajo del todo, aplanados por el peso de la pirámide. Todos los santos han sido humillados por Dios humillado, porque no se puede ser santo sin la humillación en la identificación con Cristo. Lo que sucede es que nosotros, que nos admiramos cuando contemplamos a los santos, no nos damos cuenta hasta dónde los ha descendido Dios. Vuelve a aparecer la paradoja: ¡Subir bajando! También sobre este tema hice una canción que me gusta cantar en la montaña. Esta es su letra:

«La cumbre de la humildad
es vivir en confianza,
creer que la nada alza.
Bajar por esta escalera
peldaños de confianza
tanto cuanto espera alcanza.

Subir bajando no es sueño,
ni loca imaginación;
es gloria de lo pequeño,
que encuentra en la humillación
la grandeza de Aquel Dueño
que, en la pobreza de un leño,
de todo se hizo Señor.

Alma que buscas la altura
para encontrar a tu Todo
desciende hasta tu bajeza,
mira que el Dios de la Gloria
-por pura misericordia-
de tu nada hace grandeza.

El Creador de los cielos
ha bajado a nuestro suelo
síguele que ese es tu vuelo.
Y abrazándote al desprecio,
la humillación y el dolor,
alcanza a tu Salvador,
quien por tu amor se hizo siervo».

 

Pero, ¡qué trabajo nos cuesta aprender este único camino de la santidad! Si queremos colaborar con Cristo en la salvación de este mundo, tenemos que dejarnos humillar. Mirad, Dios está humillando hoy al propio mundo. La sociedad de hoy vive humillada. El mundo de la técnica, de la electrónica, de los medios de comunicación social a escala universal, vive humillado. El hombre hoy vive humillado ¿Por qué nosotros, que queremos ser de los amigos íntimos de Jesucristo no vamos a aceptar la humillación? Nosotros tenemos la obligación de seguir en la Iglesia el camino más estrecho de la salvación. El Evangelio lo afirma: «ancha es la senda que conduce a la perdición y estrecho el camino que conduce a la vida».

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