miércoles, 3 de agosto de 2011

Santo Rosario de San Josemaría en Perú, 2011

Santo Rosario de Josemaría Escrivá de Balaguer, Infobrax,  Lima, 2011,

Es la cuarta edición peruana. Es como un bombón si hablamos en términos culinarios o una joya en términos crematísticos. ¡Una maravilla, en cualquier término! Es el contenido de un santo y te contagia al instante. Es la forma de la belleza que te seduce y atrapa por los espléndidos dibujos de Carmen García Véliz, artista limeña que plasma espiritualidad llena de encanto.

La obra tiene en cuenta todos los aspectos  marketeros de la técnica publicitaria más avanzada. Va dirigida a los pequeños grandes y a los grandes pequeños en cómodo formato y letra. Les adjunto las introducciones del autor y el comentario al primer misterio gozoso, LA ANUNCIACIÓN

En el Apéndice se añaden los Misterios de luz con una nota introductoria del Prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría.

En la foto me acompaña Luis Enrique Cam –director de la Oficina de Prensa del Opus Dei en el Perú- que comentó la obra en EL PUENTE. A la derecha el filósofo Ángel Barahona que también participó en el programa.

Palabras preliminares

Como en otros tiempos, ha de ser hoy el Rosario arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y para ayudar a todas las almas.

Ensalza con tu lengua a Santa María: reparación te pide el Señor, y alabanzas de tu boca.

Ojalá sepas y quieras tú sembrar en todo el mundo la paz y la alegría con esta admirable devoción mariana y con tu caridad vigilante.

Roma, octubre de 1968

Al lector

El rezo del Santo Rosario, con la consideración de los misterios, la repetición del Padrenuestro y del Avemaría, las alabanzas a la Beatísima Trinidad y la constante invocación a la Madre de Dios, es un continuo acto de fe, de esperanza y de amor, de adoración y reparación.

Roma, 9 enero de 1973

Prólogo

No se escriben estas líneas para mujercillas. —Se escriben para hombres muy barbados, y muy... hombres, que alguna vez, sin duda, alzaron su corazón a Dios, gritándole con el Salmista: Notam fac mihi viam, in qua ambulem; quia ad te levavi animam meam. —Dame a conocer el camino que he de seguir; porque a ti he levantado mi alma. (Ps. CXLII, 10.)
He de contar a esos hombres un secreto que puede muy bien ser el comienzo de ese camino por donde Cristo quiere que anden.
Amigo mío: si tienes deseos de ser grande, hazte pequeño.
Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños.
Y todo esto junto es preciso para llevar a la práctica lo que voy a descubrirte en estas líneas:
El principio del camino, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima.
—¿Quieres amar a la Virgen? —Pues, ¡trátala! ¿Cómo? —Rezando bien el Rosario de nuestra Señora.
Pero, en el Rosario... ¡decimos siempre lo mismo! —¿Siempre lo mismo? ¿Y no se dicen siempre lo mismo los que se aman?... ¿Acaso no habrá monotonía en tu Rosario, porque en lugar de pronunciar palabras como hombre, emites sonidos como animal, estando tu pensamiento muy lejos de Dios? —Además, mira: antes de cada decena, se indica el misterio que se va a contemplar. —Tú... ¿has contemplado alguna vez estos misterios?
Hazte pequeño. Ven conmigo y —este es el nervio de mi confidencia— viviremos la vida de Jesús, María y José.
Cada día les prestaremos un nuevo servicio. Oiremos sus pláticas de familia. Veremos crecer al Mesías. Admiraremos sus treinta años de oscuridad... Asistiremos a su Pasión y Muerte... Nos pasmaremos ante la gloria de su Resurrección... En una palabra: contemplaremos, locos de Amor (no hay más amor que el Amor), todos y cada uno de los instantes de Cristo Jesús.

LA ANUNCIACIÓN

No olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración.
Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... —Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena:
El Arcángel dice su embajada... Quomodo fiet istud, quoniam virum non cognosco? —¿De qué modo se hará esto si no conozco varón? (Luc., I, 34.)
La voz de nuestra Madre agolpa en mi memoria, por contraste, todas las impurezas de los hombres..., las mías también.
Y ¡cómo odio entonces esas bajas miserias de la tierra!... ¡Qué propósitos!
Fiat mihi secundum verbum tuum. —Hágase en mí según tu palabra. (Luc., I, 38.) Al encanto de estas palabras virginales, el Verbo se hizo carne.
Va a terminar la primera decena... Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno: Jesús, te amo.

 

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